" Fouché " -Retrato de un hombre político-
( Joseph Fouché, 1929 )
Stefan Zweig (Viena 1881-1942 Brasil)
Ed. Acantilado 2011/2020, 279 pp.
Estoy de acuerdo con la apreciación personal biográfica de Stefan Zweig de este personaje, a la vez fascinante y tenebroso que transitó y sobrevivió a todos los peligrosísimos paisajes políticos posibles de antes y después de la Revolución Francesa.
Joseph Fouché nace cerca de Nantes en Francia en 1759. Hijo de una familia de marinos parece tener su destino marcado, pero su precaria salud y pocas condiciones físicas lo alejan del mar y ante la imposibilidad de acceder, por clase social, a profesiones más de acuerdo con sus aptitudes funcionarias y burocráticas entra en el medio eclesiástico donde se educará y ejercerá de docente sin tomar las órdenes religiosas, ni demostrar demasiado entusiasmo. Cuando empiezan a soplar vientos prerrevolucionarios ve la oportunidad de medrar en la política incipiente que permitirá al tercer estado acceder a puestos de responsabilidad.
Sin embargo, Fouché es un hombre singular y extraordinariamente inteligente y capaz. Lo suyo no es lucir, sino estar en el lugar adecuado cuando conviene. Y lo suyo no es simplemente estar, es estar con los ganadores.
De forma milagrosa no solo sobrevive a la revolución francesa, sino que además logra que la guillotina no acabe con su cuello sino con el de Robespierre. Se une a los termidorianos y al Directorio a las órdenes de Barras como ministro de Policía. De hecho, Fouché creará la policía moderna. Pero ese entreacto está destinado a perecer y ya se otea en el horizonte a la ansiada y fuerte figura de Napoleón Bonaparte que barrerá a todos, menos a Fouché. Demasiado valioso en información, aunque se detesten mutuamente.
Seguirán las mil y una peripecias del personaje, ya entonces multimillonario y duque de Otranto, a las órdenes de Napoleón, pero haciendo la suya o de quien convenga. Al final facilita la restauración real a manos del hermano del rey que ayudó a asesinar: Luis XVIII, pero una vez afianzados los borbones se lo quitan de encima y lo destierran. No se puede olvidar que seguramente es el último que queda que firmó la sentencia de muerte del anterior monarca.
Como un buen cuento moral, Fouché transita por diferentes cortes europeas en las que antaño había sido recibido con las mejores disposiciones por su ánimo de buscar la paz en Francia, buscando algún lugar donde brillar en sus últimos años, pero ya es un apestoso (con dinero) que no es bien recibido en parte alguna y morirá casi en el más completo anonimato en Trieste (territorio austríaco) en 1820 a sus sesenta y un años.
Es evidente que una biografía de estas características solo te aproxima al personaje. Quedan mil y una lagunas, sobre todo de la vida privada que iluminarían mejor la complejidad de toda la historia. Fouché fue una persona singularísima a la que no sentenciaría con la etiqueta de simplemente malvado oportunista. Más bien lo veo como un superviviente, que sin duda ejerció la crueldad (ajusticiamientos en Lyon durante la revolución) pero que no era su naturaleza, ya que durante toda su vida prefirió la intriga, el juego político a la violencia. Es un personaje incómodo que Francia prefiere no recordar, pero es conveniente rescatar a esos oscuros actores de la escena mundial que actúan entre las bambalinas, porque a veces tienen las llaves del teatro.
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Joseph Fouché |
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