( Rabbit, Run ) 1960
John Updike (1932-2009)
Ed. Tusquets 1990, col. Maxi 2015, 366 pp.
Se trata de la primera, de un total de cinco novelas que el autor dedicaría al personaje de Harry Conejo Angstrom (Conejo=mote escolar). En aquel momento Updike tenía veintiocho años, la misma edad que el protagonista, así como procedencias similares: zona de Pensilvania, New Jersey, etc. que hacen que imaginemos una suerte de paralelismo entre el escritor y su creación. Aunque también nos recuerda intensamente a los personajes masculinos Philip Roth, ambos autores de la misma poco estimulante área, pero sin que pueda saber quién de los dos influyó en el otro.
De entrada a mí me parece que Harry Conejo Angstrom es un personaje poco atractivo. Desde luego que encarna un arquetipo de modo de ser estadounidense al que estamos terriblemente acostumbrados: obsesionados con la idea de triunfar/fracasar, relaciones amorosas complicadas, relación con el alcohol de si o no, impulsivos e infantiles, y bastante psicópatas de baja intensidad, en el sentido de que solo se importan a sí mismos y aunque no sean criminales, por dejación, falta de empatía con lo que sienten los demás y un profundo egoísmo hacen bastante daño en su entorno.
Al principio de la saga nos es presentado como un hombre cerca de la treintena, con un pasado juvenil de cierta gloria en el baloncesto estudiantil, casado con una mujer a la que no ama y le repugna, pero cuyo matrimonio es debido a su relación sexual juvenil incrementada por un trabajo muy mal cualificado que hace que busque cualquier compensación anímica. Ahora con un hijo de casi tres años y otra criatura por llegar se encuentra totalmente atrapado en una aburridísima vida conyugal y otro trabajo con muy pocas expectativas. Una noche cualquiera y sin otro motivo que su hastío decide abandonarlo todo y huir hacia adelante.
Lo curioso es que tras un día de vagabundeo vuelve a su pequeña ciudad y busca a su antiguo entrenador y juntos salen con unas chicas. Conejo repite el mismo nefasto esquema anterior con Ruth una mujer con otros problemas similares a la anterior, pero que de momento le proporciona esos mínimos que Conejo necesita para sobrevivir, una zona de confort que consiste en: orden, limpieza y solución de necesidades básicas. Es decir, como si fuera un bebé.
Después de estas peripecias que abarcan una tercera parte del libro, afortunadamente la trama se ensancha abarcando a nuevos personajes: familiares, párroco, vecinos que completan un cuadro más amplio de toda su dinámica vital. Pasados dos meses su esposa da a luz y parece que las cosas se han calmado lo suficiente para que Conejo se sienta con fuerzas para regresar a su casa. Los primeros días hay una adaptación sosegada y gradual que con la niña recién nacida ayuda a sobrellevar. Pero enseguida aparecen las pequeñas fricciones personales entre el matrimonio que acaban en tragedia. Conejo se marcha enfadado de casa y a su mujer se le ahoga la niña en la bañera.
Intenta volver con Ruth, a la que no ha vuelto a llamar y ahora está embarazada, con la alegría de Conejo, pero de nuevo discuten por tonterías y ya no desea quedarse.
El problema de Conejo es que solo se siente él mismo haciendo deporte o practicando sexo. No tiene nada más como estímulo y las relaciones sexuales que establece son competitivas: ganar o perder terreno, son tensas y ellas juegan el mismo juego de ceder o no, de susceptibilidades infinitas que son imposibles de administrar.
Al final Conejo corre, corre hacía adelante, quizá se sienta con fuerzas para dejarlo todo atrás.
Comentarios
Publicar un comentario