La vida instrucciones de uso (1978), George Perec

 

"La vida instrucciones de uso"

(La Vie Mode d'emploi, 1978) 
 
Georges Perec (Francia 1936-1982) 
 
Editorial Anagrama, 1988 (edición para RBA 2009) 634 pp. pág. traducción Josep Escué
 

Durante mucho tiempo he querido leer esta obra, pero el tamaño de la letra: demasiado pequeña, me ha matenido alejada del empeño. También es verdad que una tiene temporadas para todo y hay un tiempo para sumergirse en el mundo de George Perec y hay un tiempo en el que su mundo puede resultar opresivo por una presencia excesiva de las cosas y por una visión decididamente depresiva y poco esperanzada de nuestro destino como personas.
 "La vida instrucciones de uso" que no sé si "La vida modo de empleo" como título sería más adecuado o si en realidad ambas frases quieren decir lo mismo. Es una obra monumental, ya no tanto por la extensión, sino por la densidad. Es un texto que habla de personas y de vidas de personas. En su mayoría gentes con vidas estropeadas o trágicas. Gentes que ya han muerto o que lo harán en el futuro con más pena que gloria.
Todas esas vidas tienen su eje en una casa de París. Una gran casa de vecinos y cada estancia y cada habitación es testimonio y marco para esas vidas grises y tristes. Una casa que también es protagonista de la novela y que nos descubre los miles de detalles que forman parte de su construcción y las caprichosas decoraciones que han escogido y se han encontrado los propietarios.
Es una descripción profunda, detallada, minuciosa, enciclopédica... de objetos, detalles, ilustraciones, etc. aparentemente innecesaria y trivial que puede hacer desistir al lector poco entregado. Pero aparte del hecho de descubrir cómo se llaman mil y un detalles, generalmente olvidados u ocultos a nuestra percepción consciente, lo cierto es que se encuentran a nuestro lado aunque ya no los veamos, ni cuestionemos que hace una lámina con un ciervo moribundo en una esquina del comedor. Si es algo que deseamos tener o deseamos ver con cierta frecuencia, si bien, por verlo continuamente, ya no lo vemos.
Las cosas, los objetos, ya no son sólo una presencia imperiosa o silenciosa a nuestro alrededor, sino que además nos remiten a cuando los compramos, o cuándo y quién nos los regaló, o a aquel fabricante o diseñador que dedicó horas a decidir un color o determinada imagen. Están ahí y no siempre tienen una función útil. La mayoría simplemente son un adorno que decidimos que presida nuestra vida, a veces hasta que morimos. Perec nos invita a pensar en ello y a darnos cuenta de la futilidad de la materialidad.
El libro tiene noventa y nueve capítulos que se van paseando por diferentes estancias, ocupadas o no por determinadas personas o familias o simplemente son lugares de paso o de almacén. Generalmente volvemos varias veces a los mismos lugares para conocer más de los antecedentes o evolución de sus ocupantes. A veces nos trasladamos junto con las historias a derivaciones que nos llevarán a viajar por por el mundo, a abigarrados inventarios, a listas sobre proyectos, tipografías originales, y decenas de propuestas más.
En el preámbulo se nos habla de la ciencia o arte de los puzles, sin duda, como metáfora del libro de la vida. Hay un personaje importante en el libro y cuya vida está ligada a otros que también viven en la casa, cuya vida el el paradigma del absurdo vital:
Barlebooth no necesita trabajar y tiene medios holgados para vivir. Su proyecto de vida consiste en dedicar diez años a aprender el arte de la acuarela. Los veinte años siguientes recorrería el mundo pintando una acuarela de igual formato cada quince días, de marinas que serían enviadas puntualmente a un artista para que con ellas cree puzles individuales. Los siguientes veinte años reconstruiría cada uno de los puzles y un vez acabados, podrían volver a despegarse las láminas de sus soporte. Las láminas finalmente podrían sumergirse en una solución detersiva, de la que saldría una simple hoja intacta de papel virgen. Así no quedaría rastro de aquella operación que durante cincuenta años habría movilizado por entero a su autor.
El libro se completa con unos amplios anexos que tienen por fin facilitar que el lector pueda seguir el hilo de los acontecimientos.
George Perec (1936-1982)


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